Desde el momento en el que recibimos la noticia de que vamos a ser padres, nos ponemos en la tarea de proyectar la personalidad que deseamos que sea adoptada por nuestros hijos y es así como sin darnos cuenta comenzamos a obligarlos (aun desde el vientre) a materializar nuestras proyecciones frustradas.
¿como así?
en nuestro afán de perfección y de paternidad ideal, encontramos en nuestros hijos una herramienta perfecta para poder realizar todo aquello que en su momento y determinada etapa de la vida NO PUDIMOS HACER. Bien sea por falta de determinación, de recursos, de interés, de tiempo, o por cualquier razón en particular que lo haya impedido.
el caso es que desde la paternidad empezamos a ver nuestra vida, sobre todo NUESTROS ERRORES como un ensayo y creemos que la vida de nuestros hijos debería la puesta en escena perfeccionada de ese ensayo. Ejemplo: "si en mi adolescencia la falta de carácter y disciplina por parte de mis padres me dio como resultado la toma de malas decisiones, mis hijos recibirán ese carácter y disciplina que a mi me falto".
ahora bien, no esta mal querer mejorar la calidad de vida de nuestros hijos en referencia a la nuestra, el problema radica en que nos enfocamos en los resultados "ideales" pasando por alto que el contexto, generación y demás factores influyentes en el que se han de desenvolver nuestros hijos en completamente diferente al nuestro y que por lo tanto cada proceso a desarrollar debe ir acorde a ello. Es decir, nuestras proyecciones respecto a la crianza y resultados de la misma deben depender de las características particulares y condiciones de vida de cada uno de ellos.
Nuestros hijos no deben estar obligados ni atados a materializar aquello que en nuestra oportunidad de vida no pudimos.
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